Por Alfonso Rivera
James Cleveland Owens nació en Alabama, Estados Unidos en 1913. Un profesor fue el que lo llamó `Jesse´, pues al preguntarle su nombre, James respondió `J.C. Owens´, como se le conoció durante el resto de su vida.
Nieto de un esclavo e hijo de un granjero, a los 15 años comenzó en el atletismo, gracias al entrenador Charlie Riley, quién le vio talento y lo invitó al equipo de atletismo. Su primer gran logro se dio en 1933, cuando rompió el récord mundial de salto de longitud, con una marca de 7.55 metros. Gracias a esto, muchas universidades pelearon por tenerlo en sus filas y Jesse decidió quedarse en la Estatal de Ohio, pues le dieron empleo a su padre. En Mayo de 1935, a pesar de que se encontraba lastimado de la espalda, logró batir, en 45 minutos, cuatro records mundiales: los 100 y 200 metros planos, el salto de longitud (logró 8.13 m, record que se mantuvo 25 años), y los 110 metros con vallas. De los resultados de esta competencia viene el sobrenombre de `Antílope de Ébano´.
Pero el momento por el que es más recordado en la historia, no sólo de los Juegos Olímpicos, sino también del deporte mundial, es cuando logró cuatro medallas de oro en Berlín 1936, siendo el primer deportista en conseguirlo.
Este hecho fue aún más significativo al ser realizado en la cuna del nazismo, a los ojos de Adolfo Hitler, justo cuando la discriminación racial estaba en su apogeo.
A pesar de su logro, Estados Unidos no le otorgó dinero o alguna clase de apoyo y trabajó como mesero para mantenerse. Fue hasta 1976, cuando tenía 63 años, que recibió un reconocimiento por parte del gobierno norteamericano, al otorgarle la Medalla Presidencial de la Libertad, la cual le entregó el presidente Gerald Ford.
Falleció en 1980, a los 66 años, pero dejó un gran legado a la historia deportiva, además de que rompió algunos esquemas que había contra los afroamericanos. Uno de los más grandes atletas de la historia, que mantuvo intactos varios de sus records por decenas de años.
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